Si se opta por el trabajo híbrido hay que evitar los obstáculos que impidan llevarlo a cabo.
A lo largo de septiembre y octubre se han ido incorporando a sus puestos de trabajo físicos muchas personas. Después de un larguísimo periodo trabajando en remoto, la situación de la pandemia ha hecho posible recobrar la normalidad de la vida anterior, con algunas salvedades y con ciertas prevenciones que nos hacen ser más cautos y conservar ciertos recelos hacia reuniones masificadas o la posibilidad de mantener contactos más o menos próximos. Lo cierto, es que de las quejas anteriores a estar «siempre metidos en casa», hemos pasado a las quejas por tener que hacer en la oficina lo que podíamos hacer desde casa.
Y no es un comentario gratuito porque siempre haya gente que se queja de todo. Una gran empresa aseguradora, ofreció poco antes de las vacaciones de verano, la posibilidad -voluntaria- de que sus empleados retornaran a sus puestos de trabajo físicos y se encontró con la sorpresa de que la mayoría prefería quedarse en casa. Su Director de RR.HH. me reconocía que tenían que arbitrar un Plan B dado que había dado por hecho que una buena parte de su plantilla volvería a las oficinas.
Este ejemplo nos lleva a los argumentos que se han esgrimido por parte de las oficinas para justificar el regreso a las mismas. Ahora que nos hemos hartado de hablar de las bondades del trabajo híbrido, nos encontramos que la decisión de la empresa hay que «vendérsela» bien a los trabajadores porque no vale decir que, una vez pasada la pandemia, volvemos a hacer lo mismo que antes y de la misma forma. Sobre todo, las empresas que, con apps y soluciones para empleados, han dedicado mucho esfuerzo en comunicar a los empleados que desde casa se podía trabajar casi igual y, además, con algunas ventajas (que ahora evidentemente se pierden).
Cambio de paradigma
Ahora se trata de comunicar que la vuelta a la oficina es buena, es posible y puede ser parcial. Pero ¿por qué? Rafael Rivas, Director Creativo para España y Latinoamérica de Xplane, aseguraba recientemente que había que diferenciar entre el «trabajo híbrido» y el «falso híbrido». En su opinión, se dan tres casos de de este último en los que teóricamente se ofrece dicha posibilidad a los trabajadores, pero en la realidad no siempre se puede llevar a cabo. Para él, se da un caso de falso híbrido, cuando la decisión se deja en manos del mánager. La empresa se lava las manos y deja la responsabilidad en manos de una persona que tomará su decisión posiblemente según sus intereses y necesidades (y nos ponemos siempre en el mejor de los casos, sin ser malpensados).
También hay casos de falso híbrido cuando se permite trabajar desde casa, pero no desde otro lugar como puede ser una segunda residencia. Aparentemente es lo mismo conectarse desde tu casa, a pocos kilómetros de tu puesto de trabajo físico pero no desde la playa o la montaña, a unos cientos de kilómetros de la oficina. El tercer supuesto de falso híbrido, siempre a juicio de Rivas, es cuando se establecen sistemas de control que obligan a la persona a mantener la «presencialidad» en el ordenador al margen de que esté llevando a cabo un trabajo efectivo. Vamos, lo mismo que cuando estábamos en la oficina. El control se debe seguir a través de métricas de desempeño y no de control de presencia, aunque sea virtual.
Para Rivas, la diferencia entre el trabajo híbrido y el falso híbrido, está en las motivaciones que tengan las empresas para tomar una decisión u otra. Si se decide que una vez acabada a pandemia se vuelve a la oficina, debe comunicarse así, sin buscar subterfugios. Y si se decide dar la opción de trabajar de forma híbrida también se debe comunicar, pero además demostrando que no se van a poner palos en las ruedas. El motivo último puede ser por filosofía (propósito) de la compañía o por facilitar la conciliación. O por la razón que sea. Pero, la transparencia en la decisión tiene que ser máxima. Si no todo el esfuerzo que se ha hecho por mantener a los equipos cohesionados y con la moral alta (en ocasiones en condiciones complicadas) se puede venir abajo. Después de haber convencido a nuestros equipos de la bondad del teletrabajo, ahora hay que argumentar por qué hay que volver a la oficina.
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