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    Hacia una nueva realidad o hacia una realidad digital mejorada

    La digitalización ha supuesto una notable diferencia a la hora de afrontar el confinamiento y mantener, según permita el sector, el nivel de productividad dentro de las organizaciones. 

    Hacia una nueva realidad o hacia una realidad digital mejorada

     La brecha digital de la comunicación interna se ha acentuado con la crisis sanitaria

    Decía recientemente un directivo que, ante esta crisis, «no sé si estamos en el mismo barco, lo que sí sé es que estamos en la misma tormenta». Creo que llevaba toda la razón. Además, nos ha cogido en situaciones muy diferentes. Antes de la crisis, hace apenas unos meses, en todos los foros empresariales se hablaba de la brecha digital. Era una realidad en la que nos desenvolvíamos con cierta naturalidad porque ahí no apretaba el zapato. Cada uno iba trabajando en la transformación digital a su ritmo, en función de sus prioridades estratégicas, en función de su disponibilidad presupuestaria y en función de sus necesidades en el mercado. Sin embargo, los hechos han demostrado que esa visión de medio o largo plazo era equivocada. 

    La inmensa mayoría de las empresas se han visto obligadas a enviar a sus trabajadores a casa sin estrategias de teletrabajo, sin los medios técnicos necesarios y sin la formación adecuada. Se puede decir que la crisis ha afectado de distinta manera a las empresas en función de su grado de digitalización. Las más preparadas han podido dar continuidad a su negocio. Las otras han tenido, y van a seguir teniendo, serios problemas. 

    Aitor Goyenechea, Digital & Internal Communications de Telefónica, en una reciente jornada sobre Comunicación Interna organizada por Estudio de Comunicación, aseguraba que la crisis del coronavirus y la obligación de estar confinados en casa había demostrado -entre otras cosas- que «se puede trabajar de una forma diferente y que la educación tiene necesidades que igual no están del todo cubiertas». La digitalización está detrás de ambas situaciones. Pero ¿realmente hemos teletrabajado?, ¿alumnos y profesores han puesto en práctica el elearning, o sólo han hecho teleformación?  

    La respuesta no es sencilla. Que se ha trabajado y estudiado desde casa es evidente, pero ¿hemos teletrabajado o hemos trabajado desde casa? ¿se ha hecho elearning o se ha estudiado de forma presencial en remoto? Hay opiniones para todos los gustos. Ciertamente muchos empleados se han llevado los equipos de sobremesa con los que trabajaban en la oficina a su casa. ¿Eso es teletrabajo? Muchos profesores se han conectado por Skype con sus alumnos. ¿Eso es formación online? Hace tiempo una compañera al recibir los textos en PDF de un curso por correo electrónico se quejaba: «¡Esto no es e-learning esto son e-apuntes!».

    ¿Se ha hecho elearning o se ha estudiado de forma presencial en remoto?

    ¿Se ha hecho elearning o se ha estudiado de forma presencial en remoto?

    Y en lo que respecta a la Comunicación Interna, vemos un poco más de lo mismo. Las empresas que ya estaban preparadas antes de la llegada de la crisis y del confinamiento han mantenido una notable fluidez, en gran medida apoyadas en una digitalización de sus canales de comunicación interna, ya implantados y rodados. Las más analógicas y con deberes pendientes en este aspecto han sufrido entre una ruptura de la fluidez y un apagón total de su diálogo empresa-trabajador, con las consecuencias que esto puede tener en el ámbito de las relaciones laborales, la marca de empleador y la experiencia de sus empleados. 

    La crisis ha puesto en evidencia que las cosas se pueden hacer de otra forma y que muchas empresas no están preparadas para hacerlo. Igual que en muchas ocasiones la necesidad de teletrabajar, o de trabajar desde casa, ha provocado problemas de organización o coordinación (entre mandos y compañeros) o de conciliación en el ámbito doméstico con jornadas caóticas y extraordinariamente largas. Hemos comprobado que en muchas ocasiones no había protocolos de teletrabajo, la gente no sabía qué hacer, cómo organizar su jornada, cuándo desconectar. El propio confinamiento ha hecho que todos los días parecieran iguales y que se perdiera la noción de jornada laboral. Todo el debate sobre la desconexión digital que tanto centró nuestro interés hace meses se ha venido abajo. 

    Hace poco el prestigioso economista Emilio Ontiveros, presidente de AFI, aseguraba que teníamos que aprovechar esta situación que impulsar de una vez la transformación digital a nivel global. Es una asignatura pendiente que no se puede dilatar más tiempo. En una situación de bloqueo y confinamiento la tecnología ha demostrado su capacidad para romper fronteras, para mantener el pulso de la sociedad y de la economía. El propio Aitor Goyenechea decía que lo que ha circulado por las redes estos meses no han sido datos sino la vida de las personas y que, en su opinión, había que hacer dos cosas: mantener vivo el caldo de cultivo que se ha creado y tener miedo a volver a lo de antes. Quizá -decía- no haya que ir hacia una nueva normalidad sino hacia una realidad mejorada. 

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