El silencio puede ser una alternativa de lenguaje no verbal, pero en comunicación interna no es lo más aconsejable
Hace poco el CEO de una importante compañía internacional reivindicaba la importancia del silencio en un coloquio sobre comunicación interna. A veces hay que responder con el silencio. Nada que objetar, el silencio puede ser una respuesta, incluso una buena respuesta. Pero recordemos que un viejo refrán dice que «el que calla otorga». Es decir, no decir nada no significa abstenerse de opinar o de responder. El silencio también comunica, por tanto, no responder, dar un silencio por respuesta, no equivale a no decir nada. El silencio no es más que una de las respuestas posibles y casi siempre lo que el interlocutor espera es una respuesta concreta, no el silencio. Ya sabemos que esos silencios pueden ser «rellenados» por las percepciones del interlocutor y conviene que esas percepciones no sean sólo de su cosecha.
Este tema me recuerda una entrevista con Ignacio Martínez Mendizábal, uno de los científicos de Atapuerca, al que se le interpelaba sobre si nuestros antepasados prehistóricos tenían la capacidad de hablar. A su juicio, los análisis sobre la morfología de su anatomía permiten asegurar que no hablan en el sentido que hoy entendemos. Pero no hablar no quiere decir no comunicarse, apostilló.
Mendizábal considera que el lenguaje humano es la forma más eficaz de comunicarse porque implica que los interlocutores comparten un código y este es muy preciso y con una probabilidad de error muy pequeña. O sea, quienes hablan una misma lengua son capaces de transmitir mutuamente mensajes con una precisión máxima. Hasta ahí de acuerdo.
Lo que venía a decir este científico es que a medida que la especie humana fue evolucionando también fueron evolucionando sus formas de comunicarse entre sí. El lenguaje tal y como lo entendemos hoy surgió mucho más tarde, pero desde el inicio de los tiempos los humanos vivían en grupos, colaboraban, especializaron sus tareas y fueron capaces de compartir informaciones.
Nada nuevo bajo el sol
La comunicación no es sólo verbal y esta forma de comunicar puede ser tan eficaz o más que la verbal. No hay más que pensar en esos mensajes expresos (verbales o escritos) que son contradictorios con determinados actitudes, hechos y comportamientos. De ahí que los expertos en comunicación cuiden tanto los aspectos formales en las presentaciones, desde la indumentaria hasta la gesticulación, el tono de voz o las pausas (que no los silencios).
Y volviendo al asunto con el que iniciábamos este comentario, no es lo mismo utilizar el silencio en una conversación presencial, donde la gestualidad o el movimiento corporal pueden ayudarnos, que hacerlo en la comunicación no presencial y muy especialmente en la comunicación interna corporativa. Yo, por lo menos, no soy partidario. Es mejor que se escuche nuestra opinión y los mensajes se entiendan (se compartan o no) a que se nos atribuyan respuestas que no hemos dado expresamente.
No digo que no se pueda utilizar el silencio en determinadas circunstancias, aunque yo creo que debería ser en las menos, sino que hay que saber administrarlo muy bien. Cuidemos lo que decimos, pero cuidemos mucho más lo que no decimos. Siempre puede haber ruido, que no es lo contrario al silencio. Hay respuestas que pueden quedar flotando en el viento y hacer que nuestros silencios sean demasiado sonoros. A eso Paul Simon y Art Garfunkel ya le pusieron música en 1964.
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